Anymore
martes, 19 de agosto de 2014
Un cortado chico XXI
persona que te queda como el
culo Muriel S.
Farmacia viviente
Es una amenaza a la moral de los inteligentes. Hay personas como yo que hablan de sí mismos de esta manera:
"Hombre de 31 años, de aspecto alineado y estabilidad hormonal, subsumido en la intención del resto de los hombres de progresar junto a los demás, lector conspicuo de revistas infantiles del tipo Condorito, Billiken y otras, asumido como persona de bien, de buen comer y recientemente vegetariano, inserto a lo social en los aspectos fundamentales como el trabajo, el vicio a los juegos de video y la constante práctica sexual de orden genital, inscripto en el signo de géminis y suscripto al semanario Ideas de Izquierda, con endeble inteligencia para las trivialidades de la retórica y el pensamiento social, soltero, en la búsqueda sinuosa de la realización parcial o total de una lista nutrida de fantasías eróticas, exóticas y caóticas, ateo, creyente en el poder de la Luna, con vasta experiencia en el área de las ensaladas de hoja con limón, sin referencias específicas, dibujante de esténciles y pancartas para movilizaciones zurdas".
Hay personas que asumen su inteligencia, aunque sea a medias tintas, hasta que conocen a Muriel S y ella se sienta al frente con una paciencia que hace rabiar. Deshilvana preguntas de un enredo de hilos que lleva desprolijamente guardado en sus bolsillos. Y los inteligentes abren la boca, endurecen las lenguas, levantan el dedo índice, como si tuvieran la idea para decir lo que quieren decir, pero siguen callados, sin encontrar la manera de contestar la ristra del cuestionario soltado por la muchacha. Y ella sigue sentada, mirándolos a los ojos, balanceando de atrás para adelante, con ritmo parejo, los pies cruzados. El silencio de las personas que se quedaron sin habla no parece intimidarla, entonces hace una conclusión propia y vuelve a preguntar de nuevo. Ese es su método, el método del fusilamiento de la verdad, para poner todo prejuicio, dogma, o doctrina poco comprobada, de rodillas y a sus pies.
Nada de pensar que Muriel S es una aventurera que opina sobre cualquier tema o cuestiona todos los discursos. No. Ella tiene un método. Ese método lo aplica cuando corresponde y no se excede ni por un milímetro. Acá reside la efectividad de su tarea. No falla ninguna de las veces. Siempre el del frente queda boquiabierto, pedaleando en falso, tratando de encontrar un nuevo punto fuerte, la tierra firme, desde donde retomar su solidez intelectual y hacer frente a la mujer inspirada por sus dudas y sus certezas.
Lo más común es que la persona trate de poner en juicio a la mujer preguntona, para arremeter de manera indirecta contra la situación dada: se ha quedado en pelotas y no sabe con qué vestirse; ella lo desnudó sin permiso y lo pasea de la mano por la cuesta que más trabajo da subir. Entonces la persona pasa a la ofensiva, sin más herramientas para defenderse de esta piba, y cuestiona el trabajo, o la manera de vivir, o las elecciones de la mujer.
Esta Caja de Cajitas contesta con la misma serenidad con la que hizo las preguntas desbaratadoras y vuelve a ganar. Otra partida a su favor y la persona que sea, la que se haya creído inteligente, empieza a dudar de la calidad real de sus propias ideas.
La mujer habla de la salud y no satisfecha con eso empieza a narrar la historia de una farmacia un tanto particular. En aquel lugar del barrio de Alta Córdoba, ubicado con estrategia de pueblo en la esquina de la plaza central, unos médicos y farmacéuticos se hacen cargo de ese paradigma de salud a contramano del mercado de medicamentos. Dice Muriel S que le hacen descuentos a los músicos y que producen cremas y que tienen un olfato, acompañado de una práctica consecuente, para dar con soluciones reales a los problemas de salud de los seres humanos, que no deberían extinguirse ahora que existe la Farmacia Integral de Alta Córdoba.
Uno no puede creer semejante cosa. Que exista, a pesar de las condiciones alienantes, esta calle en sentido contrario que se dirige al sector de la salud. Casi la mayoría de la gente piensa en el alimento y en la contención humana, para hacer más llevadera la pena de estar vivo. Pero quién piensa en la salud y, de los que la piensan, quién se hace cargo del problema.
No acaba uno de reparar en ello cuando Muriel S completa la idea:
--Y ahí es donde vamos a poner estas toallitas que hago, para que las mujeres condenadas a la explotación doble, la del capitalismo y la del machismo, tengan su trinchera para aprender, cuidarse y reconocerse.
La Caja Sin Fondo acaba de atizar de nuevo. El avispero vuelve a moverse y las abejas no pican, convidan miel. Las personas se embarullan en la búsqueda de algo inteligente para contestar, hasta que finalmente nada, se entregan a la conversación. Siendo sensatos, no se entregan, son absorbidos, convencidos y despojados de cualquier forma de resistencia. Ambos ganaron.
El intelectual, la persona que sea, aprende al lado de Muriel S. Sabe que sigue vivo y que sigue aprendiendo de las maravillas humanas. Y que si existieran siete, ella sería la primera.
Un martes cualquiera, viste
Mienten. Mienten como lo hacen a menudo. Mienten y a sus mentiras le pusieron nombre propio.
San Martín fue un patriota, que entregó su fuerza a los poderes concentrados del Sur. Los poderosos: una mixtura rara de españoles, ingleses y locales, babeándose por el poder. El poder, mi amor, era la potestad de decidir sobre la vida de los indios y los gauchos pobres.
Mienten. Te mienten y a los libros que escriben le llaman historia.
La Rioja amaneció el sábado a las ocho menos cuarto. Bajamos del colectivo, de dormir atravesados, las piernas mías confundidas con las de la otra, todo muy cuadriculado e incómodo. Después de esperar un rato, caminamos hasta el pabellón que nos habían asignado. Porque la Universidad Nacional de La Rioja no tiene aulas, tiene 'pabellones'. Adentro de esos lugares están marcados hasta los minutos que hay que tomarse para asear el espacio de cada uno. Y una vez en los pabellones tiramos los trapos y las bolsas en el piso. No íbamos a conquistar nada ni a nadie. Nos juntamos los que nos conocíamos y los que no, a excepción de los tipos duros, que se juntaban entre sí, que no miraban a nadie más. Nos juntábamos en la Red de Medios Alternativos. Ahí estábamos, en el primer panel, haciendo lo contrario a lo que hacen los que mienten en nombre de la historia. Recuerdo que fuimos a pasear con Guadalupe por la zona cercana al lugar, y recuerdo haber encontrado las duchas en el Club Deportivo Número 5, y recuerdo el chiste que hicimos, y las señoras que no lo entendieron, pero recuerdo que las carcajadas se nos atoraron afuera. Volvimos al próximo panel, con una Lucrecia montada en el afán de molestar al muchacho de DTL. Muy dispuesta a romper toda la dinámica, a dejarlo expuesto, a que haga el ridículo a costas de ella. Después a almorzar en la cantina lo que se suponía sería un menú vegetariano: una milanesa de soja fría y unos fideos con aceite, a la misma temperatura, todo muy complicado. Los menús fueron siempre así, hasta que me volví de manera improvisada, un día antes, por principio humano y nada más que por eso. La Natalia no sabía qué hacer con el Marcos y hubo que regresar más rápido de lo previsto. Digresión aparte, La Rioja siguió en ascenso. Tuvimos el taller de herramientas web para los comunicadores, una porción de aire técnico para los mareados en las aguas hostiles, efímeras y sin rumbo, de la Internet que conocemos. Alguna vez Internet va a ser distinta y habrá que discutir el rumbo que tome. Pero hoy era imprescindible hablar de estrategias y herramientas, para copar las redes, para que las voces de los perseguidos suenen por encima del repiquetear de redobles militares. Un aplauso fuerte para el taller. Y ahí nomás, bien a continuidad de lo hecho, el panel antirrepresivo. Bien por Guadalupe, que impuso su cuadro conceptual al insípido miedo de hablar en público. Bien por Guadalupe que aportó. Gritamos en favor de los pibes degollados por la yuta. Dijimos que en todo el país la yuta es degolladora. Entonces no faltaba más nada, pero había otra parada planeada. Antes de la parada fuimos por un helado, pasamos por las duchas del club, a las que habíamos entrado el día anterior entre las risas de la picardía, y volvimos a saludar al bañista cómplice, que se solidarizó con nuestra ansiedad por las duchas. Al volver de la heladería entramos al auditorio y sentada en segundo lugar estaba la hermana de Ledo. Ledo era colimba cuando se lo chupó la dictadura del 76, pero nadie habla de él con propiedad. Era colimba por obligación y militar por elección. Enrolado en las filas del ERP, las ideas le costaron la vida. Sentada, pequeña, pausada, poniendo artículos a cada nombre pronunciado, sin que la angustia cortara las palabras, ahí estaba la Ledo, la hermana del colimba masacrado. Habló de la revolución, del doble discurso de los gobiernos populistas, del asenso del milico Milani. Habló e hizo llorar a muchos. Los que no alcanzamos a llorar aplaudimos de manera ensordecedora, por más de quince minutos (tal vez más). Y después me volví, sin antes perderme la oportunidad de charlar largo y tendido con el camarada José. Me volví a la Córdoba de Natalia, a escuchar sus historias y contarle las mías.
Mienten, sabés che, para que no hagamos historia. Que se caguen.
lunes, 18 de agosto de 2014
Hasta ese día
Cuando sientas la necesidad
de mentirle a este nadie
hay una manera categórica
de salvarte.
No me llames no me hables
no me respondas
no me mires
que nadie te ha pedido.
Semejante cosa
oblicua por donde se la agarre
no hay que falsear nunca
tampoco cuando no hace falta.
viernes, 15 de agosto de 2014
Un cortado chico XX
A dónde vamos
Muriel S.
Pregunto
armado hasta los dientes
con el poder de la pregunta.
Hijo XV
El primer número que me aprendí de memoria fue el de tu casa. Cuatro cincuenta y cinco, treinta y dos, ochenta y uno. La musicalidad de ese número me hace sentir lo mismo que me ocurre cuando digo tu nombre. Porque en rigor, la pronunciación correcta del número es cuatro millones, quinientos cincuenta y tres mil, doscientos ochenta y uno. Sin embargo ese número no significa nada.
En cambio, si uno el cincuenta y cinco, el treinta y dos y el ochenta y uno --casi como si se tratara de un bingo--, obtendría una respuesta emocional de inmediato. A esos pares numéricos los aprendí de niño, cuando te llamaba desde el departamento del viejo, el de la calle Pedernera. Parque San Vicente era un barrio de categoría, según la percepción del niño que fui. Me sorprendía que el número del viejo empezara en cincuenta y seis. Y aunque no lo recuerdo, es decir, no lo podría repetir de memoria, sé que cuando marcaba primero el cincuenta y seis se trataba de otro tipo de conversación telefónica, algo más aparatoso, menos familiar. Pero cuando marcaba el cincuenta y cinco me ponía ansioso por escuchar la voz del que atendería al otro lado. Acosta es un barrio empobrecido y lo fue desde mi primera infancia. El cincuenta y cinco siempre estuvo por debajo del cincuenta y seis, desde que yo era pequeño.
Recordé eso porque ahora de grande es uno de los únicos números que me acuerdo sin problemas. El tuyo y uno que termina en ciento cuarenta y tres (te conozco, si lo llegaba a poner completo seguro le llamabas para hacerte la suegra amistosa, para convencerla de que me diera bola, o para preguntarle si querría ser mi novia).
Marco el cuatro, cincuenta y cinco, treinta y dos, ochenta y uno, con una mecánica imborrable. Cierro los ojos y sé que el cuatro está en la fila del medio y a la izquierda, después tengo que apretar dos veces al centro (en el botón que tiene la marca para los ciegos) y, a diferencia de los teclados de las computadoras que tienen un orden inverso, el tres se encuentra arriba a la derecha, el dos en la misma fila del tres, hacia el centro y luego el ocho, al centro también, para abajo (no tan abajo para evitar errar y usar el cero), y finalmente de nuevo hacia arriba, al extremo izquierdo, para marcar el número uno. Con los ojos cerrados, mamá.
En la casa de papá había teléfono inalámbrico, en la tuya uno a disco. No me acuerdo el número de papá, no lo recuerdo a pesar de que haga todo el esfuerzo que imagines. Los seres humanos somos así, elegimos cómo sobrevivir en función de cuánto afecto nos dé cada opción.
La historia con Muriel S es tan aburrida como aprenderse de memoria la distribución espacial del teclado telefónico. Pero también es igual de inquietante. Punto.
La vieras mamá. La vieras. Es difícil no perder el control. Te cuento una intimidad, pero no quiero reproches a vuelta de correo. Resulta que a veces se comunica conmigo por Internet (el mail de google tiene una opción para mandar mensajes instantáneos). En un momento determinado del día ella aparece disponible, y su nombre de usuario se marca en verde. Para qué te voy a relatar mi alegría. (Sí, con semejante porción de nada. ¿Que estoy exagerando? Quiero que te pongas en mi lugar por un segundo: imaginate que deseás algo con una fuerza constante, que no disminuye ni se modifica, y ese algo es difícil de obtener; bueno, ahora imaginate que en vez de tratarse de algo es una persona, alguien que te sorprende con cada expresión, con los gestos, con su manera de vivir y las cosas que hace. No estoy exagerando ni un milímetro). Cuando se conecta a Internet me lleno de emoción y ansiedad. Pero lo que te quiero contar no es exactamente eso, sino lo que hago en dicha circunstancia. Trato de no escribirle, de esperar que ella me escriba (cuando tengo la suerte de que lo haga). Adopto esta conducta típica de los seres frívolos y calculadores no por ser semejante cosa; más bien lo hago para no entorpecer su vida. Sería una pena que dejara de escribirse conmigo porque le resulta molesto que le hable cada vez que aparece disponible en el chat.
Madre, sos testigo privilegiada de mi falta de cordura. Hasta he pensado en soluciones más drásticas, como no frecuentar los sitios en los que se conecta, no prender la computadora durante días, llenarme de actividades para sacarla de la mente. Nada de eso funciona. Soy un hombre con fuerza de voluntad, pero esto me quiebra en mil pedazos. Pensar en lo que estará haciendo, en cómo se le habrán ocurrido esas ideas nuevas, o qué estará por hacer más tarde, es algo que, sin obsesionarme, me atrae desde lo más profundo. Me sé su número de memoria igual que el tuyo. De vez en cuando le escribo algo. Algún día me contestará.
Aprenderse su número no fue tan automático ni natural como aprenderme el tuyo. Tampoco me llevó tanto tiempo. Me lo aprendí repitiéndolo, un día que Muriel S no se conectaba y yo me hacía la idea de que cantar su número una y otra vez la haría aparecer, como por arte de magia.
Y vos mamá, ¿qué sabés del amor no correspondido?
Con afecto, tu hijo el de rulos.
No vio
La descajetaron a bombazos mientras Perón preparaba sus planes para ascender como presidente argentino. El 17 de octubre del mismo año de la bomba grandes masas salieron a exigir que su líder, aquel milico que inundó de premios a los trabajadores, fuera devuelto al país desde la isla Martín García, en la que estaba preso. Juán Domingo se regodeaba; ya por ese entonces contaba con un gran respaldo de la incipiente burguesía industrial y había movilizado al pueblo como pocos presidentes lo lograron en la historia. Lo había movilizado, a diferencia de sus antecesores, no para vencer en una guerra contra un ejército invasor, sino para reclamar por un presidente justo, que pusiera en la Carta Orgánica del país los derechos que prometía a viva voz. Domingo se iba a llamar el estandarte de los trabajadores argentinos. Domingo. Argentina está descajetada.
La bomba nuclear cayó el 6 de agosto del 45. Perón, el Ministro de Ejército de Farrel, fue depuesto del Departamento Nacional de Trabajo y de todos sus cargos el 9 de octubre de ese mismo año. Se cuentan de a cientos de miles los muertos y heridos por el ataque nuclear que los yanquis ejecutaron en Japón y aquella bomba fue uno de los primeros símbolos del poder que cobraría el capitalismo imperialista en el ordenamiento del mundo. El capitalismo está descajetado. Perón fue también un símbolo. Se volvió un icono de la sujeción del movimiento obrero, la rendición a fuerza de todas sus aspiraciones de clase, ante el poder de control que le dio al Estado la estrategia del milico.
Hiroshima sigue siendo el escenario de una catástrofe. El pueblo lleva en sus venas el resto de la bomba que nunca dejó de estallar. Y Argentina... la clase obrera sigue descajetada, llorando a sus mártires, los líderes confundidos que subían a la montaña para luchar contra la policía local de algún reducido pueblo. Los mataron a todos y antes los torturaron, y por las dudas mataron a otros que podrían convertirse en lo que eran los primeros. A quién le puede importar la historia de un pobre e inofensivo pelotudo, que sigue hipnotizado con la historia del último cuento que le contó a su sobrino, la mujer que no podrá disfrutar jamás en su desdichada vida.
Habiendo tanto milico que decide sobre las bombas, si son nucleares o de esas con esquirlas, que les llaman misiles teledirigidos y actualmente se echan sobre la Franja de Gaza; tanto milico persiguiendo a los esclavos del sistema para que las espaldas curen rápido, no se quejen, y sigan produciendo; tanto milico sonriente ante la desahuciada muerte de los niños palestinos; a quién le importa si este pobre e inofensivo, desarmado, pelotudo quiere uno o dos besos de la chica aquella, que se asienta en Tostado y lucha hasta por los derechos de los descajetados.
Levanten la mano.
Y si no se ve, si alguien no alcanza a verlo, si no lo vio nunca, haga silencio que se lo escucha. Se escucha el ruido de la decisión que ha tomado, por una vez en la desdichada vida, de no renunciar a algo. Se oyen los pasos que va dando. Los ruidos de unos pasos cortos, consecutivos, orientados hacia un mismo lado, que no se tapan con los gritos de los obreros masacrados en los fusilamientos de Formosa, ni siquiera con el estruendo de un estallido nuclear.
Puedo asumir que estoy descajetado. Que a pesar de tanta muerte en vano me importe la historia de Julio Resoco y su amor no correspondido. Es en ese amor sin coordenadas aritméticas donde crece mi esperanza. Julio es un hombre más, ningún sobresaliente, ningún aspirante a mártir. Un hombre corriente. Un hombre descajetado. Si uno le pregunta qué es lo que quiere, no lo duda. Responde al instante.
--Amarla cada uno de mis días.
--Ser un novio de los que vale la pena ser.
A quién puede importarle semejante trivialidad de pelotudo alegre, por la vida que todavía no le quitaron, y pelotudo conmovido, por lo que nunca podrá obtener del amor.
Mirar una foto
Sien
-.-
Muriel S, es además usted una persona notablemente tierna.
-.-
Muriel S, beneficiada usted con la paciencia frágil, la ternura la equilibra en varios aspectos. Los dos más importantes son fáciles de marcar. En primer lugar, consigue estabilidad entre dos fases destacadas en la personalidad de los humanos. Sus fases enojo y satisfacción son transitadas con facilidad, durando la primera relativamente poco (dependiendo, claro está, de ciertas condiciones particulares), o dicho de otra manera, durando lo que un pedo en un canasto. En segundo lugar, la ternura le templa el humor y su buen humor le permite salir del estado falta de paciencia con resultados altamente positivos. Esto sobre todo se nota cuando puede plantear, apoyada en su impaciencia, objeciones a las actitudes ajenas que incomodan su persona. Por ejemplo: que nadie le diga lo que tiene que hacer; que no la interrumpan al hablar; que la gente no de tantas vueltas para decir algo que pertenece al orden concreto. Dicho de manera más directa, usted consigue mandar todo a la mierda envuelta en un halo de afecto y dulzura.
-.-
Muriel S, de todo, su carácter es lo más lindo que usted tiene. Cuídelo de propios y extraños.
viernes, 25 de julio de 2014
22 de agosto de 2014
709
Las mañanas nada. A las mañanas hay que odiarlas.
Las tardes y las noches son más fáciles. No está Muriel S pero de última uno lee un buen libro, da unas vueltas en la cama mientras se desvela, recopila recuerdos, piensa en lo que nunca va a pasar. Se distrae. Es más fácil distraerse a la tarde y a la noche. Es más fácil distraerse por la tarde.
Para la tarde va a anotar una reunión tras otra, primero con Viviana, después con la gente del bloqueo al costado de la Ruta Provincial A-188, más tarde, si le alcanza el tiempo, con María. Después de anotar mirará el mosaico de colores que quedó en la agenda y escribirá con su trazo desprolijo, en el anotador que le dieron para su cumpleaños, una pregunta que no tiene ninguna respuesta. Sí la tiene, pero no la va a encontrar hasta pasadas todas las reuniones, cuando la noche ocupe el tiempo del calendario y de nuevo no consiga paciencia para su ansiedad. Y la respuesta es más simple de lo que espera. Es la ausencia de Muriel S lo que amalgama el sentido de las cosas que no tienen sentido aparente, pero que se hacen para llenar un vacío.
Puede que no haya relación entre reunirse primero con los Pañuelos y después con la profesora del Leguizamón; puede que exista una contradicción entre un acto y el otro.
¿Por qué me junto con María y qué perspectiva tiene esta reunión?
Después de todas las reuniones llegará extenuado, con ganas de dormir y estirará la mano hacia la derecha de la cama. La mano estará abierta y los ojos, por cábala, cerrados. Palpará.
Después de las reuniones va a entender que si tuviera otro tipo de actividades, por ejemplo, si fuera deportista, se hubiera anotado cosas por el estilo: entrenamiento de salto en largo a las 17:00 hs.; a las 18:30 hs. mitín de ciclismo en Av. Costanera; 20:00 hs. práctica de fútbol en las canchas de la U.
La mano va a palpar el vacío y el vacío sonará familiar.
Cuando haya terminado la reunión con María él pensará en Muriel S. Se va a preguntar, otra vez, qué puede hacer para aplacar esa ansiedad que tiene. No hay más whisky en la casa, debe comprar. Y se encontrará de nuevo con el buen libro, o revisará el anotador, o mirará fotos. Al final encenderá el televisor y se dormirá vestido para que el frío lo despierte y haga que se desvista y se meta en la cama.
Desvestirse y meterse a la cama. Son dos actos que cuando uno está ansioso por algo que no alcanza a conseguir pueden volverse cuestiones deprimentes.
Las mañanas son hermosas. La idea de las mañanas desayunando con Muriel S. De otra manera no, hay que odiarlas. O hay que escribir setecientas y pico de súplicas a la Luna para que la traiga más cerca, sobre todo por las mañanas.
jueves, 24 de julio de 2014
Deseo IV
Vivamos juntos. No importa la distancia o si dormimos vos allá y yo por acá, imaginando que nos abrazamos. Vivamos así, juntos. Siendo novios sin decreto, sin que ningún día esté planeado seguir siendo novios y sin el contador de costillas que se compran los tórtolos apenas se anidan. Vivamos juntos esta distancia que nos aproxima. Y al final, cuando nos hayamos acercado, enseñame de nuevo esa manera que tenés de gemir, cuando te sale el sonido apagado y el corazón late más fuerte que los caballos de la película de Marcelo Piñeyro. Enseñame tu humedad, digo.
La humedad que se pierda en mi lengua húmeda, en mis fantasías húmedas, en esta punta húmeda, de esta oración hecha para que vivamos juntos.
Hijo XIV
Ya hablamos del cuerpo humano y de la cantidad de huesos que tiene. Hasta lo comparamos con el cuerpo de los felinos y el caso particular de los gatos domésticos. Pero no nos metimos nunca con la naturaleza.
Es verdad lo que me decías hace unos días, cuando te llamé desde Buenos Aires para darte el parte de mi estado de salud. ¡Qué desvencijado! Me dijiste que éramos la naturaleza. ¿Te acuerdas? A mi se me había dado por hablar de la extinción de la especie y me hacía el canchero con fórmulas fatalistas para la salvación del mundo. Fuiste contundente y certera: somos la naturaleza.
Querida madre mía, a veces nos cuesta pensar que somos parte de lo que existe. El amor, por ejemplo. Y cuando lo hacemos, cuando realmente hacemos el esfuerzo de pensar en aquello de lo que formamos parte, tenemos una visión tan sesgada que nos atrevemos a poner a la especie humana, ya sea arriba, ya sea abajo, de cualquier otro ente que sepamos definir con palabras. El amor, por ejemplo. He aquí mi error semántico, madre, de fabricar un discurso falaz ante cualquier lógica. Es verdad tu verdad: somos la naturaleza. Finalmente, por qué no habríamos de serlo. Por qué formaríamos parte de cualquier otro espectro. Pasa que en la iglesia nos enseñaron a separar al hombre de su medio para que inmediatamente nos pongamos a buscarle su par. Y ese Par, para la iglesia, para los curas violadores, para los caga tinta que se pasaron los siglos inventando la violenta inquisición, no es la naturaleza. Ese Par es un Dios medio sordo y bastante mudo, que apenas si le alcanza para mantener a un grupo (no pequeño) de vagos y mendigos, que viven de la dádiva de los pobres y los Estados, a los que habitualmente llamamos Curia Romana. Claro que cuando pensamos las soluciones pensamos en esa misma sintonía: o nos salva nuestro Par Dios, o el Par Dios no existe y no hay salvación, o la salvación es --como te había dicho en su momento-- extinguirnos.
Hasta que no me clavaste tu arpón ideológico, aquel que ordena igualarnos a la naturaleza, no me dí cuenta de mi contradicción. Y claro, qué es la naturaleza si no todo lo que existe en su medio, incluidos nosotros como una parte más de sí misma. Sería un concepto ya pergeñado por civilizaciones que se suponen distintas a ella. Y así como los gatos tienen 244 huesos y nosotros los humanos tenemos apenas 206, la naturaleza tiene cientos y miles de componentes que ha hecho nacer de su seno con el único objeto de seguir creciendo. Es fantástico descubrirlo y saber que si se extingue el humano también se extingue la naturaleza de la cual es parte in-disociable.
Entonces, superado el escollo ideológico, me puse a pensar en el problema: el humano y el humano delta. El humano que conocemos nos atemoriza. Es capaz de prenderle fuego a su ropa para sacar un rédito económico de su piel quemada. Con esto te digo todo. Es una masa amorfa creada por las fuerzas que dominan su intelecto y su organismo, que se caracteriza por su conducta depredadora, competitiva y hostil hacia sus pares y hacia las distintas especies que lo rodean. El asunto es la existencia de un humano delta, precedente y necesariamente posterior a este humano conocido. Es un tipo de humano distinto, que supo actuar en armonía con los de su especie y con las demás especies y que deberá reencontrase para seguir ese orden de vida.
Te voy a contar que ya existió este tipo de humanos. Existió antes de que el humano tuviera conciencia de serlo y trazó un camino repleto de errores que lo llevó a atentar contra sí mismo. No es la única especie que atentó en su contra. Hubo muchas otras y las seguirá habiendo. Pero si pensamos en el humano delta, si nos detenemos en esa idea, vamos a poder pensar en un arquetipo propio de la naturaleza, que aporte su inteligencia y su fuerza particular a la recuperación natural, la subsistencia humana y a la buena vida de todas las especies circundantes.
Ya no quiero que se extingan los humanos, quiero más seres humanos parecidos a Muriel S. Los quiero conscientes, erguidos, docentes y comprometidos con la vida. Quiero que nazcan los humanos delta del vientre de la Muriel S, de esa maestra que lleva al día todas sus responsabilidades y se inventa otras con la rapidez de un relámpago.
Por eso te quería hablar de la naturaleza. Porque depende nada más que de vos y de mí, querida madre. De todos nosotros. Depende del cuidado que le demos a la naturaleza, incluyéndonos a todos en esa tarea. A nuestra salud, sí, pero sobre todo a nuestras conclusiones. Optemos por seguir la vía escogida: hacer crecer a este humano que no es ni nuevo ni nada, es un humano lógico, posible, que vive entre nosotros porque se ha salvado del predador que tiene al lado, que acaricia a una niña cuando la retan y llora, que pinta dibujos con acuarelables, dibujos que no vas a poder creer lo lindos que son, que produce su propio sustento y pelea en desventaja contra la maquinaria del mercado, que va y viene de acá para allá para formarse y formar a otros, que ha forjado un sentido ecuánime para las divisiones entre los distintos (y vaya que esto es un mérito), que se arrodilla no para rezar, lo hace para leerle al oído a algún escarabajo que anda suelto por ahí.
Es probable, madre, que se me haga inevitable pensar en Muriel S al momento de pensar la idea contraria a la extinción. Pero creeme que si se trata de alguna expansión de cualquier tipo, seguro que comunista, no hay nombre que quepa mejor que este que te digo.
Y sí, es lo que estás suponiendo, estoy obnubilado.
Y vos madre, ¿Cómo es que pasaste tan rápido la época de las mandarinas, del amor, por ejemplo?
Con afecto, tu hijo el de rulos.
Confesiones
de tanto pegarle a la barra de los contactos
para ver si tu nombre se pone en verde
y decirte buen día mi cielo.
Confesiones
ahora con más ahínco
ahínco es la palabra correcta
hincado en el precipicio de no tenerte a mano
pero con la suerte de habernos encontrado
y prometido algunas paradas juntos
nada más que el universo.
Reconciliación II
Hay cajas que se convierten en tenedoras de tesoros. Son cajas de ahorro donde la gente va metiendo papeles, papelitos y papelazos. Esas cajas, por lo general, se encuentran siempre muy desordenadas y a nadie se le ocurre que sea de otra manera. Una tarde de otoño, por ejemplo, es mejor tomarse una limonada con Muriel S que darse la tarea de separar los papeles y darles un orden.
Por el contrario, una novela, donde un escritor que esté tentado a hacer las cosas bien haya guardado sus ideas sobre el mundo, y si finalmente a ésta se la puede comparar con un archivo de cosas y casos, es decir, con algo parecido a una bitácora, esta novela va a tener la organización que el escritor prefiera, pero es indiscutible que la tenga. Por ejemplo la novela célebre de Julio Cortázar. En Rayuela se fanatiza con el asunto del orden y en ese afán trata de jugar a la mancha: ¿El que la lleva es el lector o el escritor? ¿Quién se encuentra encantado, el que provee el orden o el que lo inventa? Lo que nadie puede desconocer es aquel trazo lineal de la novela, que bien puede volverse circular, como cualquier bitácora organizada a la que se le cambia el orden por uno nuevo. Otras novelas más clásicas son simplemente un fiel retrato del orden armonioso en el relato. Estas son las novelas que le gustan a Julio, las que no tienen nada que deber al mercado o al juego estrambótico. Solo nacen y mueren en una magnifica historia que, por supuesto, ha sido bien alumbrada con palabras separadas cuidadosamente para darle forma al esqueleto.
Un buen día me pasó algo curioso con mi propia bitácora, que no es ni una caja fuerte que guarde para mí, ni alcanza el pulso magistral de una novela de las bien escritas. Apenas si llega a ser una hoja de ruta que cuenta las inclemencias de un tipo que se enamora de su platónico. La bitácora quería poner en tensión aquello que no salía por otras vías. Me parece que en algún punto convine en que a aquello que no salía se lo podía llamar amor. Entonces, sin ser un tratado sobre el amor no correspondido, era un lamento agudo, inteligente, sobre las penas de este álter ego y la vida misma. Pero esa bitácora, que de manera estúpida había sido pensada como medio catártico, como ente irregular y sin vida, fue tomando sus propios caminos, en la medida en que el tipo enamorado iba viviendo su propia historia. Este tipo resultó ser un manojo de sentimientos mezclados con una carne mal sazonada, que de alguna manera despertaba en su platónica alguna idea, remota sí, pero asociada con la aventura de los sentimientos. Claro que su platónica nunca dio un paso en falso y el tipo sigue contando los días y las horas para volver a cruzar una palabra con ella. Pero de alguna manera lo había logrado. Había dejado de ser un extraño para pasar a ser una idea, un cuadro sinópico, para su platónica.
Yo no soy mi álter ego.
El otro yo de la historia se volvió un torero. Y ahí fue cuando me alarmé.
Resulta que a los diez años, y mi hermano habrá tenido ocho avanzados, o nueve y unos meses, estuvimos un verano en Villa Del Dique junto con la familia materna. Nahuel y yo estábamos encantados, porque aquel hotel del sindicato de petroleros era un verdadero encanto. Mis recuerdos son muy escasos de aquella época, pero sé que andábamos por los pasillos en la búsqueda de otros nenes de la misma edad. Nahuel habrá querido hacer amigos, a pesar de que mis intenciones fueran definitivamente distintas. Mi precoz interés por las relaciones amorosas ya estaba en pleno desarrollo. Había dos niñas de la misma edad y, como es lógico, hubiera correspondido elegir a una, con suerte la más bonita de las dos, y avanzar en ese horizonte. Pero antes de que llegara el tiempo de las elecciones había que trabar relación con las muchachitas. Nahuel, tímido por naturaleza, me dejó libre la tarea y se sumó a las charlas cuando ya no hubo riesgos de ser rechazados, porque aunque no parezca, cuando uno es niño duele el rechazo. Tal vez le duela más a los hijos de los padres recientemente divorciados, y aunque no lo sé con exactitud nosotros éramos de ese tipo de niños. El punto es que los días empezaron a transcurrir al ritmo del coqueteo con aquellas señoritas. En determinado momento tomé el coraje y se los dije: tenía intenciones de ser su novio. Las chicas demoraron la respuesta, pero para mi sorpresa, y en medio del agua del Dique, ambas confesaron interés en el asunto. El partido se había dado vuelta y me tocaba elegir a mi, entonces fui muy franco y les expliqué que no podía elegir, que tanto una como la otra me gustaban por igual. A mis diez años, y acompañado por estas lindas muchachitas, inventamos un sistema de noviazgo por el cual teníamos perfectamente segmentado el tiempo y el espacio, generalmente dividido por los pisos del hotel, y de esta manera podíamos, de modo civilizado, llevar una placentera relación de besos, caricias y abrazos, con una habrá sido en el piso dos y con la otra en el cuatro. Por supuesto que terminé peleado con ambas jovencitas y ellas enojadas entre sí, porque al parecer yo no había entendido que aquello se trataba de una etapa temporaria hasta que me decidiera por alguna de las dos. Pero lo verdaderamente interesante es el cómo logré entablar la relación con las muchachitas, que desde un comienzo se mostraron hostiles para el diálogo. En un sillón del Hotel de los Petroleros de Villa Del Dique les dije que era domador de toros.
Nahuel, que siempre tuvo un sentido superlativo de la honestidad y de la responsabilidad, no podía aceptar lo que estaba ocurriendo. Tomó por el corredor principal que llevaba al comedor común y le contó la escena a mamá y a su nuevo marido. Se lo contó de esta manera:
--Mamá, Julio les está inventando a las chicas que es domador de toros y que los agarra de los cuernos para darlos vuelta, dominarles y finalmente acabar con ellos... ¡Y las chicas le creen, mamá! --
Mi madre, que sabía perfectamente de qué estaba hecho su hijo más grande, tranquilizó a su hijo menor, sacado de sí por la situación que estaba presenciando, y le sugirió no llevarle el apunte a su hermano.
Yo no soy domador de toros. No lo fui nunca, ni cuando tuve mis primeros diez años, ni ahora, que ya acumulo mis terceros. Y a pesar de que nunca fui domador de nada este álter ego que hablaba en mi nombre empezaba a creerse cosa semejante. Y lo entiendo de mil maneras: es imposible no enamorarse y amar con la fuerza de los huracanes a Muriel S. Lo digo con sensatez. Esa fuerza que uno debe obrar cuando la ama asusta a cualquier tipo, más a un tipo que apenas puede soñar con sus lunares y sus rincones. Se habrá creído que para amarla necesariamente había que domar. Por lo menos, a los toros.
Tanto sobrevivió a mí mismo la bitácora ésta que empezó a asustarme el hecho de que, en definitiva, el tipo dibujado me superara en creces. Entonces traté de matarlo, de ocultarlo, le pedí que hiciera silencio. Le tuve miedo.
Hoy Nahuel le va a pedir casamiento a María, su actual pareja. Es un día especial para nosotros, aunque para mí el ritual del casamiento signifique, en el mejor de los casos, nada más que una formalidad. Para Nahuel es una venganza, digo yo. Es como domar todos los toros juntos, aquellos que son de verdad y los míos, los que eran de mentira, de una sola vez y para siempre. Entonces convenía amigarse de nuevo. Hay que amigarse con la idea de que nada es perfecto, de que todo en la vida llega y de que no hay bitácora que pueda perderse así y nada más.
jueves, 5 de junio de 2014
Instrucciones para armar la palabra
miércoles, 4 de junio de 2014
Hijo XIII
Primero que nada, gracias por tomarte el tiempo para el café de ayer. Finalmente conocí el Jardín y a las demás maestras. Todavía me acuerdo de Grachu y la arcilla. Cuando la vi fue inevitable rememorar todo, además porque la identifiqué de inmediato, como si el tiempo no hubiera pasado para ella. Estuve en su taller justo en un momento difícil de la vida, aquella primera infancia de niño con padres separados, de las primeras camadas de divorciados. Nunca me terminé de prender con la arcilla.
Con la que sí me prendí fue con Muriel S. Debo contarte que me reprochó fiero. Cuando le dije que te había contado los últimos avances de la historia le pareció absolutamente inapropiado. Eso que le mentí: le dije que no te había contado ningún detalle. Tampoco le dije de tu mirada dura y sostenida, tus silencios. No le conté tus conclusiones.
Sobre ese aspecto dejame que te diga algo: gracias.
Es la primera vez desde que te conozco que parecés escuchar lo que tengo para decir. En vez de volver con la cantinela de siempre (por qué sigo empecinado en perseguirla a pesar de los rechazos), me hiciste la pregunta más conveniente. Tu pregunta, madre, fue acertada y encausó la conversación justo donde tenía que enfocarse.
Como ya te dije, madre, con Muriel S quiero todo. Me di cuenta de la cara que pusiste, no sé si por miedo a verme sufrir, o porque te da pena la situación. Sabés una cosa, nunca te lo conté y aprovecho para hacerlo; cuando todavía estaba a salvo de que el amor me pasara por encima Muriel S me dijo:
--Te das cuenta en la que te estás metiendo, cierto --
Claro que no fue ninguna insinuación sino todo lo contrario. Lo que me estaba diciendo era que a pesar de todo lo que pudiera hacer por mi parte y del límite al que llegaran mis sentimientos, la cosa iba a seguir el mismo curso de siempre. Ahora me da a pensar que las personas nos tomamos con poca seriedad las advertencias que nos hacen a tiempo.
Más allá de los gestos de tu rostro --imposibles de disimular--, seguiste en silencio y escuchando. Me agarraste la mano. No te pareció suficiente y me dijiste que era justo seguir intentando.
Te habrás cansado de sugerirme que la cortara, me pregunto. Lo que haya sido, es bueno que sepas que sos la primera persona que intenta entender lo que me pasa, por un lado, y, por otro lado, que me apoya; apoyo que es un definitivo impulso para mí. Siempre fue importante saber tu opinión y tener, de una manera u otra, algún tipo de aprobación de tu parte.
Va a llegar mi cumpleaños, me van a traer una torta con un número 31 (aunque prefiero las 31 velas), y antes de apagar la vela o las velas que sean, madre, ya sabés lo que voy a pedir. Voy a pedir todo.
Vos me conocés, sabés lo que pido con eso. El mundo entero sabe, aunque no se haga cargo, qué es el significado de todo cuando de amor se trata. Todo es aquello que completa el vacío. Cuando una persona va a una estación de servicio y pide que le llenen todo el tanque con combustible, se refiere a completar lo que le falte al recipiente de la nafta, el diesel o el gas comprimido. En el amor es un poco más complicado, porque hay que conocer al recipiente, saber qué le hace falta, cómo se completa el espacio vacío, cuál es ese espacio. Algunas veces se trata de llamar a cada rato, de estar adentro de las zapatillas del otro. En otros casos lo que hace falta es una caricia, o cortar un panadero, regalarlo y soplar juntos las semillas.
En mi caso, el tanque está bastante vacío, tratándose de Muriel S. Yo digo que el tanque suele tener el tamaño correspondiente a la persona de la que uno espera recibir algo. Esa persona puede ser grandota o pequeña, hermosa o modesta, solidaria o apática, y el tanque se puede ir modificando, o no, por estos detalles.
Imaginate lo que pasa al tratarse de ella, una maestra que lee como nadie, una poeta que escribe muy bien, una persona con peculiar creatividad, rebuscada para vivir con valores positivos y decidida a que nada la doblegue, una persona comprometida, y para qué vamos a hablar de su belleza, o de su manera de hacer el amor, su forma de mirar, besar, o derramar cariño en los abrazos. Lo que intento decir es que, si se trata de llenar el tubo, quiero las madrugadas, las mañanas, las mediamañanas, los mediodías, las primerasiestas, las siestas, las tardes, la tardecita, la nochecita, la noche, y los etcéteras que se te vengan a la cabeza. Ocurre que de otro modo uno se queda sin espacio para hacer todo: leer sus poemas, aprender sus lecciones, debatir sus ideas, imitar sus valores, acompañar sus definiciones, soportar sus enojos o su mal humor, y amarla hasta que los cuerpos se irriten.
No siempre todo significa esclavizar a alguien. Imaginate un pájaro en una jaula, que el único cielo que ilumine sea el de la pajarera. ¿A quién le importaría demasiado? En cambio, si el pájaro va por el cielo y uno lo mira y ¡pum!, se obnubila, o como le quieras decir, madre, uno empieza a correr, o a seguir con la mirada, o saca fotos, o deja por un segundo lo que sea que esté haciendo para observar el tránsito fugaz. Y se siente lleno. Se siente completo. Nada más es necesario.
Yo quisiera tener un nido con Muriel S, que es, a esta altura de las cosas, una pajarita que transmite justamente eso: estar completo; un nidito para que ella siempre vuele, tenga 63 años o 29, qué me importa. Un nido adonde se sienta cómoda y encuentre una cama para acomodarse, así yo me aprovecho y la miro por horas, mientras duerme, y le acaricio el pelo, el cuerpo, la piel. O le pongo una zamba por la tarde y le suplico que me enseñe a bailar.
Claro madre, esto es pura ficción. Sabemos todos, y vos y yo como ningún otro, que Muriel S es la persona más inalcanzable que se haya reproducido sobre la faz de la tierra. Haberlo sabido antes y daba vuelta la mirada, cerraba el hocico, o simplemente le hacía caso a la atinada advertencia que supo hacerme.
Mamá, gracias por el mensaje, ese en el que me decís: Muy linda la charla de ayer. Te quiero y necesito. Mami. También te quiero, también te necesito, tal vez más que otras veces.
¿Vos? ¿Es verdad que estás en el mejor momento de tu vida? ¿Comés mandarinas?
Con afecto, tu hijo el de rulos.
martes, 3 de junio de 2014
Gestamp es la gesta
Fue la semana pasada, cuando empezamos con la toma. Muriel S llegó con su bici. Fue una de las primeras en llegar, nadie la llamó ni le pidió que se quedara. Tampoco hizo como otras mujeres que andaban preguntando dónde estaba la cocina para colaborar en algo. Se sentó en el tronco aquel y abrió un libro para leer. Después que pasó un rato sacó el equipo de mate y se puso a tomar, quieta, mirando todo lo que pasaba. Al final puso el paño sobre el suelo y desplegó un arsenal de poemas. El resto de las militantes venían a preguntarnos si entendíamos la diferencia entre transar o no con la patronal. Nosotros no la entendíamos pero el único momento en que nos quedó clara fue cuando habló la chica de los poemas. Para ese entonces el Cacho y Rubén habían intentado acercarse a ella, tener algún arrumaco. Fue inútil. Me parece que con Cacho pasó algo, pero después andaba cabizbajo porque la muchacha no le pasaba factura.
Hace frío y llevamos una semana con el plan de lucha. El Ministerio de Trabajo tuvo que intermediar porque la patota del SMATA no fue suficiente para doblegarnos. Ni con la patota, ni con los milicos; no pudieron corrernos un centímetro del lugar donde estamos parados. Muriel S me contó que en Córdoba, en estos momentos, hay mucho viento. Y también me contó que había escuchado un rumor que decía que todas las organizaciones estaban atentas al devenir de las cosas con nuestra fábrica tomada.
Ahora vamos a hacer una asamblea y vamos a definir un pago extraordinario para los muchachos de la CORREPI. Porque los abogados que estuvieron desde el día uno y los que pusieron el cuero cuando había que ponerlo resultaron ser los más pobres de todos. No tienen un mango partido a la mitad, como nosotros que además estamos suspendidos porque al jefe le parece inadecuada una cosa que se llama taza de ganancia. A mi su taza de ganancia me preocupa muy poco. Me preocupa que del fondo de huelga salgan unos pesos para que los de CORREPI, que no ganan absolutamente nada ni se ven preocupados por esa situación, tengan algo de sustento para volver a la fábrica cada vez que puedan.
Estamos a punto de ingresar después de una semana. Esta va a ser una victoria de todos los que creen que la lucha obrera está en vigencia y es necesaria. Tengo en mi bolsillo el papel doblado con la plata para Carmen, la abogada.
--Dra.: en asamblea decidimos regalarles algo, compañera --
Carmen se me acercó corriendo después que le di el sobre y me retiré. Su cara estaba desfigurada. Sus gestos eran de otra Carmen, no de la abogada que habíamos conocido. Estaba enajenada.
--De ninguna manera Franco; nosotros no podríamos recibir dinero de los laburantes --
--Escuchame Carmen, estos días aprendimos a escupir sobre los pruritos burgueses --
--Se decidió en asamblea Carmen. Es una colaboración para agradecerles el huevo que pusieron --
--Y es nuestra plata y queremos hacerle un reconocimiento a CORREPI, compañera, es una decisión de la asamblea de Gestamp --
La vi a Carmen soltar lágrimas, abrazarse al palo de la bandera negra y de letras blancas, que la piel se le erizaba, se daba vuelta sin agradecer, ni nada, como sin palabras y la vi correr como una jovencita, a pesar de que no lo era, hacia el grupo de sus compañeros.
Contaron los billetes con las manos temblando y la voz cortada. Hicieron silencio y de nuevo habló Carmen.
--Son los quinientos pesos más lindos que jamás ha recibido CORREPI.
No son los quinientos pesos, sepa compañera. Se llama solidaridad de clase y se llama materialidad del poder, de hacer con nuestro dinero y nuestro esfuerzo --como enseña la maestra Muriel S-- lo que nos vuelva más libres.
Al final no pudimos entrar a la fábrica. Estábamos esperando desde las 5 de la mañana y la empresa hizo una treta. No abrirían ningún turno para adecuar cuestiones de higiene y seguridad. Los obreros sabemos lo poco que les importa a los patrones esos dos conceptos. Sabemos también que están esperando a ver hasta cuándo funcionan las presiones que han metido: las patotas, las conciliaciones, los discursos amedrentadores, las amenazas de los milicos.
Se van a cagar, porque nos van a tener que sacar en cajones de este lugar.
Antes de que te vayas a dormir, Muriel S, quiero abrazarte con fuerza. Todas las luchas son tus luchas y las mías. Si hoy perdemos acá, también perdemos en cada lugar donde alguien se proponga un trabajo liberado. Te veo caída y es lógico: lejos de casa, lejos de tus vitrinas, de la gente que te da la mano y te sosiega. En estos días aprendí a ver cuán fuerte sos.
Le tienen miedo a nuestra unidad y a nuestra convicción así como le tengo respeto a las ideas que nos enseñaste.
lunes, 2 de junio de 2014
Al límite de Catamarca, Santiago del Estero, Santa Fe, Buenos Aires, La Pampa, San Luis, La Rioja y Muriel S
La gente anda tonta: camina para todos lados como si no tuviera rumbo fijo, saluda de forma extraña, invitan a otra gente que no conocen a salir los sábados a la noche y van a los bares de la cañada a tomar, un daikiri ella, un Johnny Walker él. Todo se volvió un poco raro. Los pájaros están mudos, las ferias no abren, los colectivos pasan a cualquier hora, las organizaciones se enquilomban. El médico del lugar dice que la gente de Córdoba, desde el 30 de mayo, sufre miedo crónico. Al parecer, ni el viento, ni la pobreza, ni la proximidad inquietante del invierno importan demasiado, solo que te hayas ido.
Pero estos cordobeses están acostumbrados a soportar ausencias. El 29 de mayo del 69 se quedaron con las manos medio llenas. Agarraron el barrio Clínicas y empezaron a poner barreras en todos lados, los autos no podían circular, la gente salía a la calle animada por el clima del momento. La cosa se expandió a los barrios y la policía tuvo que refugiarse en sus cuarteles. Al corto tiempo el gobierno tuvo que dar un giro de timón y todo parecía al alcance de la mano. Los trabajadores decían que la explotación se acabaría, que llegaría el día de la liberación. Pero el poder no es contemplativo. Los ricos del mundo inundaron las calles de muerte y silencio. Los cordobeses se quedaron haciendo manotazos, mirando con dolor cómo se esfumaba aquello que habían agarrado con firmeza. Tal vez por eso recurren con tanto ahínco a la búsqueda del amor.
El amor es una demostración humana. La revolución, si la entendemos así, como una cualidad para curar las sociedades enfermas de atraso, es un acto de amor. Los cordobeses han intentado sus revoluciones y pagaron con la muerte. Pero eso no quiere decir que no se sientan vacíos cuando les falta el amor, cuando fracasan las revoluciones, cuando no encuentran el camino para quitarse el yugo de encima. Son empecinados y, los que no fueron triturados por el mercado, las ambiciones del dinero y la religión, caminan las calles con el corazón a flor de piel, llevando sus banderas y sus ilusiones para todas partes.
Adonde vayan, los cordobeses que nacieron allí o se instalaron y se volvieron locales, llevan las irreverencias y las tonadas que aprendieron en la provincia serrana. Así que desde que te fuiste estamos en silencio, mirando a los pájaros que tampoco hablan demasiado, para saber si te llevaste las cosas que aprendiste y nos enseñaste: a ser más personas que la primera gente que se llame humana. Si las estás repartiendo por donde sea que andes, o todavía el cansancio te tiene encerrada en tu hogar, disfrutando todo lo que más se pueda de las cosas bonitas de la vida.
Acá los cordobeses han aprendido a esperar por el amor, así que no te hagás problemas. Y han aprendido a no suplantar ni negociar sus sueños, así que con más razón.
sábado, 31 de mayo de 2014
Deseo III
Muriel S:
Invitame a conocer el olor que te sale de adentro. Todos los agujeros de tu cuerpo, escudriñar con la nariz, con la boca abierta, pintar con los dedos, suavizar las pieles acuarela-bles.
Quiero-desordenar-tu-casa-nueva.
Hojas de Ruta
Me despierta la publicidad de un supermercado que viaja en las bocinas de una camioneta propaladora. No puedo volver a dormir. Me quedo despierta enredada en ocurrencias que tengo para organizar la casa, mi casa. No importa que en los últimos siete días haya dormido menos de 24 horas.
Usame
Se traba cuando contesta: quiero-todo-c-on-vos-M-urie-lS-asíque.
Perros falderos que desayunan a la madrugada y salen a buscar el libro de Ungerer. En las librerías los miran y sienten pena. Hacen esfuerzos por ellos, como si se comprometieran con una especie de tratamiento tácito: la flaca aquella revuelve por tercera vez el anaquel de los libros para mirarlo con compasión. Es difícil encontrar lo que busca el Sr., sonríen. Corren a la otra librería, transpiran y se despeinan. Pasan por las vidrieras y aprovechan para saber cómo va el aspecto, se tiran del suéter para que no se arrugue, se miran de frente y perfil. Entran al próximo negocio y así.
Silban canciones de Arjona estos tipos. Se ponen fáciles. Piensan por horas qué ropa van a utilizar para verse mejor.
Saben que no conviene decirlas, se tragan las palabras de amor, se atan las manos, se adaptan a lo que sea como nunca antes. Se ofrecen. Están de oferta. Se vuelven ovillos inofensivos, de colores, con cualquier muestra de cariño. Neuróticos.
Cualquier excusa es buena cuando se trata de respirar el mismo aire, para mirar alguna sonrisa, sentir la proximidad de los cuerpos, escuchar anécdotas, soñar despiertos con un encuentro perdurable. Bondadosos, tiesos que disfrutan la nada misma. No hay nada de nada que alguien pueda querer en esta sopa fría de huesos, y ellos se pelean por las pocas cucharas que quedaron.
Se quieren quedar en la terminal de ómnibus hasta el último milisegundo, pero son perros adiestrados, saludan y se retiran, después de descargar las cosas, dejan a las mujeres de la época, que se van lejos y se llevan sus labios piernas narices dedos, etcétera, saludando amigas y al paisaje de la ciudad, gris, nostálgico, que la echa de menos. Llegan al auto corriendo, lo encienden. La angustia es un nudo difícil de desatar. A pesar de todo desbordan de alegría, se alegran por las mujeres de la época.
Se miran en el retrovisor. Piensan: puede ser que Muriel S no se canse nunca de usarme, de llenar con mariposas esta panza vacía, y me de las excusas para correr, que las rodillas duelan, que el cogote se quiebre para mirar atrás, buscarla en las sombras de las sombras, en los libros, en la música, en los maullidos de Camila, en las páginas web, en las estampillas, en las montañas, en los lunares, en los hoteles, en las barricadas. En el amor.
Mantequita de cacao
Confesiones
en la cumbia de los susurros
los colores de los sueños
el pelo que rasco a los domésticos
las patas largas de las verdades
los lagos las vertientes la saliva.
miércoles, 28 de mayo de 2014
Alcanzamurieles (Capítulo I)
Me llamo Julio Resoco y me dedico a vender palabras.
Mi padre es analista de sistemas y mi madre me leyó cuentos desde la cuna. Los que más recuerdo son: la saga de Nicolodo, El Principito, La torre de cubos, El pueblo dibujado, El almohadón de plumas, El corazón delator, el libro completo de Chaucha y Palito, los Cuentos de la Selva, La vuelta al mundo en ochenta días, entre otros.
Desde niño me dijeron que la palabra tenía un poder singular. Tengo el vago recuerdo de algún personaje de un cuento que le vendía palabras a un Rey. Era una bruja, o una hechicera que contaba con un extraordinario manejo del lenguaje. El Rey se volvía poderoso por sus discursos y la pueblerina recibía dinero a cambio. O sino, el Rey enamoraba a su mujer deseada y la pueblerina corría la misma suerte, aunque seguramente habría estado enamorada del Rey y aquello hubiera dificultado la tarea. No recuerdo con exactitud la trama de la historia: improviso.
Lo cierto es que, sea real o no mi recuerdo, pondré un aviso en el diario La Voz del Interior:
Vendo palabras a hombres enamorados de mujeres inalcanzables. Serán publicadas al corriente en medio a convenir, a salvo de fastidiosa tendencia bestsellerista...
Y como no sabía qué cosa pedir a cambio, completé de la siguiente forma:
A su cuenta, contratante deberá rendir factura de efectividad de palabras, notificando, si hubiera, los avances en la relación con mujer en cuestión. Teléfono: 156309228.
Me tomo muy en serio lo que hago. Y aunque no lo haya aclarado, para no pecar de auto-promulgación, tengo listas, la balanza con la que peso las onzas de cada letras, la regla con la que mido el largo de las consonantes y el tamiz para las vocales. Además, cuento con un diccionario que armé en los últimos cuatro años: Venturas y desventuras de los caracoles. Allí dice cuán mordaz puede ser una frase y qué tan conveniente resultará su uso.
La gracia de nacer
Se podría decir, en vez de ponerle el mote, Lautaro el bebé que riega las plantas del patio, o tiene cachetes rosados y ojos negros, profundos. O sino: Lautaro el bebé que juega y ríe y hace feliz a la familia Ese. Para simplificar, decimos eso y todo lo demás con su estupendo apodo.
Bebé Chiquito y Anissa, que no tardará en obtener su apodo, caminarán juntos por el patio, él le contará historias y le enseñará, con paciencia de hermano, que el agua moja, es fría y hace más pesadas las botamangas de los pantalones. En poco tiempo se dedicarán a contar historias fantásticas, a observar las hormigas, a tironearse de los pelos y celarse un poco.
Muriel S puede agarrar hojas y lápices de colores, sentarse con los dos, pintar el mundo con formas nuevas. Edificar el planeta y sus historias con las ocurrencias de sus sobrinos. Es una suertuda: tiene un montón de tiempo para acariciar la cabeza de Anissa, que dormirá largas horas y se despertará rodeada de cariño. Cualquier vida se torna llevadera con Ani en los brazos y Bebé Chiquito haciendo morisquetas para no perder atención.
A Bebé Chiquito el agua lo pone muy contento. La llegada de Anissa y de su tía Muriel S serán dos lagunas seguras para chacotear con alegría.
Pocas veces esta vida es justa. Durante la mayor parte del tiempo los noticieros muestran las inclemencias de la vida. Y si bien la vida no es un noticiero, sorprende que los hechos acontecidos al rededor de Muriel S sean tan positivos.
Hay personas con las que conviene celebrar la vida.
Haberte conocido
Cuesta pensar en el tiempo que dura la primavera. Dicen que la primavera y el otoño duran lo mismo que el resto de las estaciones. Yo digo que están en peligro de extinción. Las estaciones que más duran son las de los extremos. Hay más verano, hay más invierno y menos primavera. El otoño pasó volando.
El otoño es la estación justa para que vayamos al campo, a caminar sobre el colchón de hojas secas. Saquemos fotos, escribamos de los paisajes, deambulemos al costado de los ríos fríos.
Subamos a una cama y te acuestes con la espalda hacia el techo, te quite el abrigo y la blusa, recorra con la punta de la nariz el camino de los lunares. Las vértebras son las lomadas. La nariz va a pasear con tranquilidad, sin ningún apuro, siguiendo la cuesta hacia el cuello, y la nuca, y después la boca buscará tu boca, y la mano correrá la ropa que quede y los cuerpos volverán a estar unidos.
Y vos y yo, que nos besamos con suavidad, buscando con las yemas de los dedos la piel del compatriota, que nos gusta dedicar tiempo a explorar los aromas de los cuellos y conocer la contextura del cabello; vos y yo que nos subimos arriba del otro, y yo que gocé de cada segundo, aunque todo haya sido tan escaleno, no sentiremos ninguna duda al declararnos damnificados, yo por la ansiedad y vos por la pasión ajena.
No es mala la asimetría, amor.
Voy a llamar a mi última psicóloga para acusarme con ella. Fue en vano haber corrido tan deprisa y empuñando el intelecto. Haberle dicho que tales cosas como el fulgor, el placer, el amor y la pasión eran categorías anacrónicas. Sobre todo ahora, que la respiración se interrumpe cada vez que te subís al auto.
Me siento en el sillón, en silencio, en absoluto silencio, recorro los vértices y los lados que forman la unión de la pared y el techo del departamento de Marcelo Té. El noveno piso. Me acuerdo de todo y vuelvo a mirar la película una vez, otra vez, y una vez más. Vos, tu mano, la mía, el abrazo y los faroles verdes que encendés cuando mirás a cualquier parte, pero que ahora me miran fijo. Los ojos tuyos. La tersura del roce de los labios, las caras se acarician y mi barba que es un despelote.
No es mala, tampoco, la simetría. Pero acordemos en un punto: no gustes de mí, no me quieras, rechazame cada vez que tengas la oportunidad. Temo desintegrarme si pasa lo contrario.
Si por esos estruendosos aciertos de la fortuna, por alguna razón que nadie podrá explicar con la mecánica de la lógica, llegaras a sentir un miligramo de atracción por esta historia, esta boca, este pavo enamorado que insiste con la idea de encariñarse, no lo comuniques, rezá a los Dioses más poderosos que conozcas para que deje de pasar, porque la gente apenas puede acostumbrarse a la fuerza de los terremotos, al poder de los vendavales, a la estampida de las revoluciones.
Haceme caso, yo me conozco.
Un cortado chico XIX
crece en los capítulos de las margaritas
solo que me da miedo
deshojarme.
Nueve y veintiséis
Un día el hombre tomó coraje e invitó a la muchacha a tomar una limonada fría. Vamos a referirnos a la muchacha.
El hombre tenía algunas nociones, la conocía superficialmente. Sabía que la mujer era agradable, de buen ánimo, flaca, con los labios estirados hacia los costados, ojos de gran tamaño, algunas convicciones y suposiciones dignas de ser atendidas, diestra para la poesía, romántica (aunque renegara de esta cualidad).
La muchacha le contestó con evasivas y el hombre se sintió rechazado. El rechazo, a diferencia de lo que pudiera esperarse, lo incentivó. Al parecer, se vio decidido a insistir porque la idea que tenía Muriel S no le parecía correcta. La muchacha decía que Julio intentaba conquistarla, a pesar de su relación con Ludmila; en tanto que, ni quería conquistarla, ni tenía la mentada relación con la señorita Dupont.
Julio quería tomar una limonada fría con una persona cuyas características resultaban atractivas, para él y seguramente para cualquier persona. Según sus palabras, le parecía agradable. A Julio le gustaba Muriel S.
El tres de mayo Muriel S aceptó ser acompañada por Julio al parque.
La muchacha empezó entonces una empinada tarea para ponerle límites a Julio, que desde aquel momento no pudo manejar lo que iba sucediendo. Pasó de sentirse atraído a que le gustara Muriel S. Luego le pareció interesante. Con el paso del tiempo supo que sentía la profunda necesidad de estar cerca suyo. Al tiempo que los sentimientos de Julio se iban definiendo en orden creciente, los de Muriel S se afirmaban hacia el lado contrario. Muriel S inventó, en tiempo récord, un abanico impensable de barreras contra aquel amor que Julio comenzaba a expresar.
Porque, aunque él no lo haya dicho, y habiendo pasado semejante cantidad de tiempo --es decir: 31 días, 744 horas, o, para ser más precisos, 43.829,0639 minutos--, podemos asegurar que Julio está enamorado. Julio ama a Muriel S. La ama con más firmeza a cada segundo que pasa. Y si bien comenzó con intenciones diferentes, de conocer a la muchacha y vincularse en ocasionales encuentros, para charlar, compartir pareceres, medir los kilómetros que existen entre la ciudad de Córdoba y la de Tostado, hoy es evidente que Muriel S es amada por Julio.
Muriel S no es, como se ha hecho notar más arriba, una Madonna argentina. Es más bien una mujer sencilla, de rasgos bien definidos y delicados. Su atracción, la que afecta a Julio, reside sin embargo en esa misma figura. Esta contradicción no es para nada extraña. Muy a menudo las personas se sienten atraídas por aspectos de los otros que son considerados simples.
La muchacha no ama a Julio. La muchacha y el muchacho han salido algunas veces, a merced de la buena voluntad y cierta disposición de parte de la mujer, que estaría definida por su inclinación a conformar vínculos de amistad con las personas que son buenas personas. En efecto, Julio, a lo sumo, le parece buena persona. Y, según ella, eso está por verse.
La mujer vive de un modo muy particular. Se jacta de trabajar en un orden signado por la libertad, sin un patrón para rendir cuentas, y con la expectativa puesta en crear, subsistir y generar conciencia. Su principal tarea es fabricar toallas higiénicas para el ciclo menstrual y protectores diarios. A la vez que comercializa lo que hace, de un modo artesanal, pero sin renegar de las técnicas industriales, incita a sus clientes a fabricar los productos. Esto quiere decir que la muchacha rompe con las lógicas del mercado y produce con sentido social. Hay dos motivos que llevan a la anterior aseveración: el primero es que el producto que ofrece no causa daño físico a las mujeres ni contaminación al ambiente, como sí pasa con otras toallitas; en segundo lugar, intenta que las personas se involucren en la producción de las toallitas, lo que significa, en una economía inteligente, y aún en el marco de una estructura inhumana como la del capitalismo, generar una alternativa viable.
Muriel S es una persona repleta de cariño. La gente la escucha y la acompaña, tiene más hermanos del corazón que del útero y más enamorados de los que se pueden contar con los dedos de las manos. Su familia la reclama, sus amigos la reclaman, sus tareas reclaman por ella. Su creatividad desborda el asombro de muchos y la versatilidad (puede enseñar método Pilates y escribir poesía, o atender el puesto de una feria) es un resultado lógico de sus perspectivas: ella sabe que es capaz de hacer lo que se proponga.
Julio no ama por error. Ama, como no podría ser de otra manera.
(Al fin y al cabo tomaron la limonada).
martes, 27 de mayo de 2014
Año cero
Hoy, de todos los niños que nacieron, nació Anissa. De todas las fortunas que tengo, hoy, y desde hace algunos días, cuento con la compañía de la flamante tía de Anissa, la muriel ese.
Ani --así le dicen sus queridos-- nació como corresponde. Nació a la madrugada en la ciudad de Ceres, un pueblo ubicado a 250 km hacia el noroeste de la ciudad de Santa Fe. Ceres comparte frontera con Santiago del Estero, por lo que sus habitantes son amantes de la chacarera y las comidas norteñas. Ani vivirá en Tostado, cerca de sus tíos, sus abuelos y sus padres. Nació con hambre, con mucho apuro por encontrarse con los primeros cariños postparto, que son las lactancias. Nació a las 3:55 hs.
Ser rebeldes desde el útero es una condición poco estudiada por los eruditos. Lo fácil es diferenciar a los rebeldes de los demás cuando se trata de gente adulta: se dispone de una gran cantidad de categorías para aplicar a gusto y separar por estantes. Una niña como Anissa, que nació como su madre lo esperaba, al contrario de lo que el médico pudiera haber deseado, es una niña rebelde desde el segundo uno. Porque si hay algo que a los médicos les gusta es inducir partos, cortar con cuchillo, facturar operaciones.
La medicina, Anissa, en esta tierra que ya conocerás, es un maldito negocio.
Otra cosa que no puede dejar de observarse es la conjunción que se producirá en un futuro próximo. Si combinamos a la bebé que fue intrépida desde el vamos con su tía que es poeta, obtendremos que la poesía y la desobediencia son facultades que se pueden tomar complementarias. No es lo mismo un poeta dormido, alejado de las observaciones que del amor, la guerra y la paz deben hacer los hombres, que todo lo contrario: un poeta peleador, que usa las letras para señalar las virtudes, los sueños y la presencia de los hombres nobles. Nobles trabajadores, desocupados, conscientes, organizados.
Al fin y al cabo, lo que importa de todo esto no es el nacimiento de una niña rebelde, porque todavía no podemos más que decir que la naturaleza del parto se impuso a la lógica de un mercado cada vez más voraz. Lo importante es que nació Anissa y que tal acontecimiento, en las manos de la poeta, es productor de absoluta felicidad. Y la felicidad alimenta la rebeldía.
lunes, 26 de mayo de 2014
Hijo XII
La gripe consiguió abatirme. El viernes a la tarde estaba acostado en la cama, tapado hasta la cabeza, dos frazadas, acolchado y vestido con pantalón y pullover. Llegué a tener 39 grados y tuve que ducharme para bajar la temperatura del cuerpo.
El jueves a la noche tuve 60 grados de temperatura, pero --ya te lo dije por teléfono-- no te voy a contar ningún detalle. Se ve que de 60 bajó a 39 grados, que es una excelente señal de salud. De 39 bajé a 37 y el domingo ya no tuve ni una sola línea de febrícula. Sigo con la tos, los estornudos permanentes y algo de malestar corporal. Sumale la descompostura del estómago, cosa típica cuando me dan estos cuadros, que no me permitó alejarme más de seis metros del inodoro.
Sumale, también, que estoy enamorado.
El jueves a la noche salí con Muriel S. Ya sé madre --me lo advertiste varias veces-- que esa mujer es peligrosa. Debo darte la razón, una vez más. Sin embargo, a lo que te dije por teléfono hay que agregarle algunos detalles, que pasaré a enumerar, y que pueden valer como descripción de la situación en la que me encuentro.
A saber:
1) Es imposible olvidarse de ella.
2) Es una mujer cálida, simple, llena de rincones por conocer e ideas por escuchar.
3) Es vegetariana.
4) Sabe manejarse conmigo.
5) No quiere sufrir.
6) No quiere nada conmigo.
En relación a los dos primeros puntos, que se encuentran íntimamente relacionados, y uno depende del otro, debo decir que no conozco nada de Muriel S. Cada palabra que soltó durante la velada fue nueva, sorprendente y agradable al mismo tiempo. Porque puede ocurrir, mamá, que te encuentres con una persona parecida a una Caja-de-Pandora con sorpresas a cada rato y aún así no sentirte a gusto. No siempre las sorpresas caen en gracia. En su caso, y en el mío, debo admitir que a cada tramo de conversación, que ella transitó con mucha simpleza, frontalidad y sin vericuetos difíciles de comprender, uno se iba sintiendo más a gusto, con la convicción de estar en presencia de una gran persona.
Sus rincones son atractivos. Todos. Imaginate que aproveché la noche para mirar cada centímetro del cuerpo, los que me dejó que mirara. En un momento de descuido intenté tomar su mano y la sentí suave, delicada, pero curtida por el trabajo de todos los días, de una mujer que no está dispuesta a que otros trabajen por ella ni para ella (¡tampoco quiere que nadie trabaje para otros!), que ha decidido poner la vida en los hombros y afrontar cada experiencia como un desafío, acaso complejo, pero nada imposible de resolver. Esa parece ser la filosofía de Muriel S, la muchacha rodeada de afectos, admiradores y enamorados.
Respecto del tercer apartado, sí madre: es vegetariana. Pero ya te había dicho que no ibas a tener la posibilidad, la dicha, de compartir los domingos de asado con ella. Es una mujer libre por principio, que no se va a dejar invitar a agasajos que puedan comprometerla. Igual algún día la puedo invitar al campo, llevar papa, pimiento, berenjena, tomates, cebolla, y poner todo a la parrilla. Soy bueno en materia de verduras asadas. Puedo también hacer las tortillas de papa al rescoldo, o el zapallo relleno, la receta de la abuela. Lo cierto es que voy a tener que esperar para ver si acepta salir una vez más.
Y con lo último conecto los puntos 4, 5 y 6. Mis posibilidades de pasar tiempo con Muriel S son muy limitadas. No por mí, claro. Es que ella no quiere sufrir, cosa que le puede pasar si mis sentimientos afloran y tiene que oponerse con un no rotundo (te dije que era cálida, agregá: comprensiva, solidaria, buena persona, sensible...) Ella supone que tarde o temprano no voy a poder manejar mis sentimientos, a estas alturas tan evidentes. No quiere nada conmigo, me lo aclaró, no una, varias veces. Por ahora sabe qué hacer para que no cruce el canal, que es una expresión usada por ella para sugerir que me mantenga dentro de los límites que han sido planteados. El límite es: puedo llegar a salir con vos pero a pasear, a cenar, a ver una película y nada más, siempre que tenga algo de ganas. No creo que acepte volver a salir.
Hay una lista de razones por las que Muriel S no saldría nuevamente conmigo: no soy apuesto, no soy hábil, no soy un seductor, no soy interesante, no soy el tipo de hombres con el que ella se relaciona (me lo dejó en claro durante la cena), no hay nada que me distinga... Soy un hombre común y corriente, de lo más corriente que existe.
Así que madre, aquel jueves fue mi desconsuelo. Pude dejar de temblar, disfrutar su compañía, sentir que había un consentimiento mutuo con el encuentro.
La fiebre del día después, y con esto bromeo, es una reacción evidente de mi cuerpo, que activa las defensas, envuelve las capas del corazón, lo abraza y calma cada latido que se escabulle, cada fantasía, cada hueso que se tuerce por los besos de la muchacha.
El médico no me vio, pero me hubiera recomendado apagar los sueños. Dejar que las fantasías fluyan pero disminuir las dosis. Vivir con la idea de que Muriel S existe pero dejar de hacerlo con Muriel S como la única idea de vida. Los médicos son complicados y saben muy poco sobre ciencia.
Mamá: le teme a las agujas igual que yo. Las coincidencias de la vida no suelen ser accidentales.
¿Y vos? ¿Seguís con miedos?
Te quiere, tu hijo el de rulos.
sábado, 24 de mayo de 2014
Acuario (Astrología, no te creo nada más que ahora)
Acuario simboliza la revolución. La fuerza de la corriente del agua echada por los dioses hacia el firmamento, a veces en torrentes incontrolables, otras con calidez de regador. El agua es la fuente de la vida y el terror de los maleficios. Las plantas esperan que caiga el agua del cielo y Camila, que su dueña llene la vasija para saciar la sed y relamerse los bigotes.
Los hombres embusteros y maniáticos rezan a cualquier Dios para que no llegue el gran diluvio. Piden, si llega el diluvio, salvarse del agua.
El agua es eso, la tormenta que nunca llega, contra los hijos de puta, la lluviecita, que lava las hojas de las plantas y cura las heridas del pueblo, y las lágrimas inconsolables, de los deudos que lloran a los revolucionarios y los enamorados que piden a gritos por su amor.
Sus caricias reconfortan y llegan a tiempo, cuando es indispensable tenerlas. Se puede sentir asfixia si no aparecen.
No se puede acorralar, ni se puede encerrar en ningún dique. No está a la venta para nadie. Atención hombres desprolijos: tiene la fuerza del río más acaudalado y el mar picado. Es indestructible, aunque puede resultar herida.
Hay hombres ricos en el mundo. Viven en casas blindadas, con portones de acero y carruajes de último modelo. Van de la casa a la iglesia y de la iglesia a la bolsa de valores, a enterarse de cómo van los negocios. No le dan monedas a los niños porque la dádiva es un mal ejemplo, por más que la iglesia la promueva. Ellos y sus familias tuvieron que esforzarse duramente para obtener lo que ostentan. Tal vez no fue tan grande el esfuerzo, pero si no, tuvieron suerte. Jamás pidieron dádivas, salvo a los gobernantes amigos. Estos hombres habitualmente están en compañía de matones que velan por su seguridad. Pero que vayan sabiendo, estos hombres, que no le temen a nada ni a nadie, que existe el agua.
Acuario es el signo del poder. Ningún otro signo cuenta con fuerza y propiedades semejantes. Por eso la muchacha Muriel S es tan efectiva en este mundo: trabaja por su cuenta, enamora por su cuenta y vive por su cuenta. No hay cura contra Muriel S, una vez que te inundó no hay cura. Es una valiente acuariana que sabe cómo portar el zodiaco.
Hay hombres pobres en el mundo. Vivimos esperando la gotita de agua que nos conmueva hasta los huesos.